jueves, 31 de enero de 2013


Calidad vs cantidad

La televisión pública hoy en día se debate en un enorme sinsentido en que pretende engranar dos grandes opuestos comunicativos: la calidad de las minorías con el contenido de las mayorías, unión que hoy en día es inviable.

Por un lado porque si lo importante en la televisión pública es la difusión de una información completa y precisa sobre ciertos aspectos, es casi imposible que esa reducción de opiniones para centrar determinados campos sea extrapolable a los gustos de toda la población.

Aquí aparece el primer problema. Esta televisión que asume la calidad frente a la cantidad, como hacen las cadenas privadas, provoca una reducción significativa de audiencia incluso antes de producir sus programas. Este factor lleva a que los sectores que se encuentren fuera del público objetivo de la cadena pública en cuestión rechacen la idea de tener que subvencionar un canal que no se adapta a sus gustos y demandas frente a un enorme abanico de posibilidades ofertadas por las cadenas privadas de forma totalmente gratuita.

Una cadena pública debería llegar a todos los sectores de la población por igual, lo nos llevaría al segundo gran problema planteado anteriormente: conseguir grandes audiencias.

El único factor que destaca en esta argumentación es la diversificación de contenidos dentro de las televisiones públicas. Este hecho produciría un descenso de calidad en los contenidos con el fin de abarcar más temas.

Este sacrificio respecto a la calidad de lo emitido iría totalmente en contra de los defendidos por éstas: la calidad como baluarte de la casa.

Cabe destacar que la audiencia es el eje fundamental de cualquier medio de comunicación en cuanto a su subsistencia en cualquier sistema comunicativo en el que conviva más de un medio.

La televisión pública hoy en día, en parte por la falta de financiación por parte de los organismos que la subvencionan, y en parte por la falta de audiencia que proporciona compra de publicidad y por lo tanto ingresos, están provocando una extinción a marchas forzadas de lo que algún día fue, en el caso de TVE, el buque insignia de la comunicación España.

 

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